Era ya la tarde, y estabas ahí, y el rocío amargo comenzó a invadir tus mejillas.
Fue esa tarde cuando me prometí tenerte en mis deseos, encarnarte en mi memoria, curarte el alma en cada sueño, en todos los suspiros.
Y fue esa mirada perdida, como la de un niño encerrado en un traje de guerrero del que no puede salir, la que me hace prometerme tenerte en mis deseos, encarnarte en mi memoria, curarte el alma en cada sueño, en todos los suspiros.