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ASALTO A

LA
ILUSIÓN .


sábado, 7 de abril de 2012

Y la brisa...

Blanca miel, dulce espera, fresca ironía, insaciable impaciencia de ver tus labios rozando mi frente.
Blanca miel, tan blanca y tan fresca es la ironía que me invade al verte llegar. Y tan dulce, desesperadamente dulce es la espera de tenerte un rato, un ratito en mi regazo.
Impaciente es el viento que respiro al correr para alcanzarte, para alcanzarnos.
Delira la luna al ver rozando tus labios con los mios, bailan las olas, se perfuma la arena, y la brisa, y la brisa...

Matilde

Matilde es una niña grande, más bien es un adulto encerrado en el cuerpo de un niño, asi es Matilde.
Llegada la tardecita, la niña sienta a sus muñecos en el jardín y comienza a compartirles sus cuestionamientos para con la vida, para con la gente; los inunda relatándoles las injusticias que ve en las calles y los empalaga de historias callejeras, esas que Lautaro, el mendigo del barrio le relata a la niña los lunes mientras ella espera el colectivo que la lleva a la escuela.
Desde su estatura de siete años Matilde percibe toda la ciudad, la camina, la respira.
Le gusta pasear a su perro y charlar con la viejita que todos los martes riega con infinita paciencia el jardín de su vereda, la vieja le cuenta historias de su infancia, una infancia inocente. Matilde la escucha atenta y no entiende como es que un niño puede caminar, correr y jugar sin preocupaciones. La admira, pero en un rincón de su mente se indigna al oír que de niña la vieja era tan ignorante.
Los miércoles Matilde se ratea de la escuela, y se va al cine a ver los clásicos europeos. Disfruta obvservando al hombre que religiosamente se sienta solo con su paquete de pochoclo en la primera fila, la niña lo dibuja en su cuaderno, junto con una joven, que lo toma de la mano mientras el hombre se acurruca en su cabello colorado, así como un niño se acurruca en el regazo de su madre al llegar a una reunión repleta de extraños.
Matilde adora cocinar, los jueves su madre vuelve tarde del trabajo, entonces la niña aprovecha su soledad y le cocina a Tito, su perro, la mejor carne con salsa, cada jueves inventa una diferente, "eso es lo divertido, la salsa", piensa siempre la niña.
Matilde detesta los viernes, se levanta todas las mañanas con un religioso mal humor, va a la escuela y enfrenta a la maestra con preguntas como: ¡De dónde vienen los bebés? ¿Qué es la pobreza? ¿Existe la injusticia?¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos en este gobierno?
Para alimentar su mal humor, Matilde sale de clases y se va al juzgado, se sienta a escuchar las discuciones entre abogados y dibuja todo aquello que llame su atención en su cuaderno. luego va a la biblioteca y se sienta a hablar con Rocío, la bibliotecaria, que le cuenta a la pequeña su triste vida de soltera, sus indignaciones con el estado que no le paga el sueldo, y el permanente dolor que siente porque el amor de su vida esta casado y viviendo en México, pero que le escribe todos los días diciéndole que nunca conoció  una mujer tan bella y tan pura como ella.
Matilde vuelve a su casa y le cuenta a su madre la rutina que vivió, la pobre niña le relata con un entusiasmo que la invade de la punta de sus pequeños pies y llega hasta el último cabello de su flequillo recto, la mujer no la escucha, mira atentamente la novela de las diez mientras fuma un cigarrillo y le asiente a la niña con la cabeza; Matilde se resigna y se va a la cama junto con su mal humor propio del día viernes.
Los sábados Matilde se levanta y baña a Tito, le pone su mismo Shampoo y un perfume para ropa con olor a jazmines que su madre decidió botar porque le recuerda a uno de sus ex novios.
Después de bañar a Tito, Matilde saca su bicicleta, va a comprar criollitos a la panadería de Don Victor, y se los lleva a Lautaro, pasan horas y horas hablando mientras los otrosniños juegan a las escondidas y se columpian en la hamacas.
Lautaro es un pibe triste, piensa Matilde, le gusta tocar la guitarra y de niño se fue de su casa porque su mamá no lo quería, eso es lo que él dice, no le gusta entrar en detalles. Matilde lo escucha, y entre mate y mate se horroriza con las historias de los mendigos que viven con Lautaro, y piensa en cambiar el mundo, y sueña, y se siente inmensa, capaz. La niña festeja mas allá del horror del que se está informando, festeja porque desde su pequeñez ya encontró su meta, su utopía, y piensa alcanzarla, vuelve a sentirse inmensa, capaz.
Pasada toda la tarde del sábado Matilde se despide de Lautaro y lleva a Tito a cenar ravioles a lo de la viejita, que los espera con la mesa puesta y un pan relleno para "picotear hasta que esten los ravioles" dice ella.
Matilde adora los ravioles de la vieja, que siempre cuando terminan de cenar le muestra fotos de su juventud, mientras le cuenta como era la ciudad en esa época, y como vivía sus noches de tango y vino tinto. "Qué epocas", dice la siempre la vieja cuando cierra el álbum.
Llegado el domingo la niña se levanta y hace sus tareas, además de leer el diario que le roba al nuevo novio de su mamá.
Y llegada la tardecita, la niña sienta a sus muñecos en el jardín, como es costumbre, y les relata sus creencias, sus planteos, sus interrogaciones, sus sueños y sus indignaciones.
Como ya les dije, Matilde es una niña grande, sí, asi es Matilde.

viernes, 6 de abril de 2012

Eternidad

Esa noche estabas frío, como de costumbre, era domingo.
Salgamos, dijiste, es tan gratificante verte con tus zapatillas de lona y la remera de Los Beatles que compramos esa vez.
Caminamos tanto, hasta podía sentir como la tierra crujía bajo nuestros pies.
Y en el otro lado del mundo ella te extraña, pensé. Ahora sos tan mio que ya ni puedo tocarte. - ¿Falta mucho? - Es todo tan cercano a lo perfecto cuando caminamos, ¿Porqué preguntas por la distancia?, dijiste.
Y tenías razón, como la mayoría de las veces. Tu inteligencia desbordada de delirio me embriaga.
Y al llegar al río me miraste, tus ojos dulces como la miel se empapaban de lágrimas de sal. Te extraño, dijiste, cuanto te extraño. Te miré, mis ojos pudieron fundirse en tu lamento. Abrazame un rato te dije, un rato más, bien fuerte. Este lugar es nuestro, cuando quieras encontrarme voy a estar acá, así nunca mas nos vamos a extrañar.
Congelate, voy a sacarte una foto y a guardarla en mi memoria, sos tan sublime, y esa remera te queda tan bien. Carajo, siempre voy a recordarte así de inmenso, gigante, libre y fresco como la brisa que invade tus mejillas.