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ASALTO A

LA
ILUSIÓN .


sábado, 30 de junio de 2012

Eneas


Miles, millones de pensamientos me estaban invadiendo. Y vos seguías así, tan quieto, como si tu mente fuese un río en calma, armonioso, seductor. 
Hubo un punto en el que llegué a escuchar tu melodía. Entonces esos miles de millones de pensamientos que golpeaban, aturdían, perforaban y descontrolaban mi cabeza, y que eran míos y solamente míos me invadían, corrían por mi cabeza como si el único torrente que la ocupara fuese el de tu río y tu melodía, tan estrictamente sublime, tan jodidamente perturbadora, tan inevitablemente inquietante.
Mientras tus palabras seductoras armaban ese improvisado discurso embriagador y mi cigarrillo se consumía, mi cabeza volaba, mis ideas resurgían y tus ojos brillaban.
Cada frase que decías aturdía mi rincón de saciedad, alimentaba mi cajón de ideas y hacía temblar mi mundo. Cada estigma, cada olor, cada rincón de tu universo era algo insoportablemente atrapante, alarmante de exquisito.
Y como en un juego de espejos invertidos mi cabeza seguía dando vueltas y vueltas en un descomunal río que inventaste, nadaba en ese titánico universo que tenía en frente, respiraba ese intrigante perfume de convicción... Cuando me di cuenta que ya iba por el tercer cigarrillo, y tus ojos seguían brillando.